Escribir un buen discurso es un trabajo complejo y de gran importancia para los responsables de organizaciones que tienen a menudo que utilizarlos como medio para transmitir un mensaje concreto.  Según la quinta acepción de la palabra discurso en la RAE, que es de la que nos ocuparemos hoy, se trata de un “razonamiento o exposición de cierta amplitud sobre algún tema, que se lee o pronuncia en público”.

En España el trabajo de redactor de discursos está a menudo mal visto, seguramente porque no tenemos esa tradición anglosajona que da tanta importancia a la oratoria, al debate, a la construcción de los mensajes. Todavía hay quien cree en los discursos improvisados, en los mensajes lanzados en cualquier momento y de cualquier manera, sin ser conscientes de los riesgos que eso conlleva.

Los discursos son una potente herramienta de comunicación si se manejan adecuadamente, si se usan como parte de una estrategia global de comunicación y si se tiene claro que son, al mismo  tiempo, eventos que pueden perjudicar la imagen del orador y de la organización que representa si no son bien gestionados.

Por todo eso, hoy desde Stratego te damos 8 consejos para ayudarte a construir un buen discurso.

  • Lee y aprende de los mejores.
  • Recuerda que los discursos se escuchan, no se leen.
  • Cuenta una historia, personaliza.
  • Prepara un buen inicio y un gran final.
  • Adapta el discurso y el mensaje según la audiencia.
  • Di algo.
  • Sé breve.
  • Dale ritmo y convicción a la lectura del discurso.
  1. Lee y aprende

Como todo en la vida, las cosas no se aprenden por ósmosis, sino que es necesario el trabajo. Por eso es recomendable leer y escuchar muchos discursos, leer y escuchar muchos textos, para poder ser un buen escritor de discursos.

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  1. Ten en cuenta que es para ser escuchado, no leído

Nunca olvides que los discursos no están hechos para ser leídos, sino para ser escuchados. Es muy importante evitar expresiones complejas y rimbombantes que pueden ser espectaculares en un texto, pero que pueden convertir una buena idea en un discurso farragoso.

  1. Cuenta una historia, personaliza

Ejemplos concretos, casos con nombres y apellidos, historias cercanas que logren que el discurso sea cercano. Un buen discurso es en cierto modo un relato, con su inicio y su final, con su historia, y también llegará mejor a la audiencia si tiene personajes. En este caso no hay mejor ejemplo que el famoso discurso que dio Steve Jobs en la Universidad de Stanford en 2005, todo un referente de motivación y aplicación de técnicas discursivas.

  1. Estructura

Si decimos que un buen discurso es un relato, tiene que tener también estructura de relato. Debe tener un inicio muy potente y un gran final. Está demostrado que la mayor parte de la audiencia se quedará con la parte inicial y con la conclusión.

  1. Piensa en quién es tu audiencia y en cuál es tu mensaje

Un buen discurso debe estar adaptado a tu audiencia. No es lo mismo hablar para los accionistas de tu empresa que en un acto para estudiantes, ante agricultores internacionales o para tus vecinos. Según la audiencia cambian el lenguaje y el mensaje. Además, debes tener en cuenta si hay un doble auditorio, es decir, si además del público están los medios de comunicación. En estos casos se puede incluso diseñar un doble mensaje, uno pensado para la audiencia general y otro enfocado a los medios de comunicación. Pero ojo, cuidado, con acumular demasiados mensajes, porque podemos llegar a saturar y a confundir a la audiencia.

  1. Di algo

La gente está cansada y aburrida de discursos vacíos. Para lograr un buen discurso es necesario tener algo qué decir, saber qué queremos transmitir. Una visión, una motivación… lo que sea menos palabras vacías que aunque suenen bien no dicen nada. Que cuando acabes la gente tenga claro de qué les has hablado y qué les has dicho.

  1. Sé breve

Siempre he apostado por discursos breves, aunque es evidente que hay excepciones en las que no hay más remedio que extenderse. Según mi experiencia, en general lo más eficiente es un discurso de entre 4 y 7 minutos. Si condensamos el mensaje lo hacemos más potente, más directo, eliminamos la palabrería vacía y mantenemos la concentración de la audiencia.

  1. Ritmo y convicción

Una vez que tenemos el texto, es imprescindible que la persona que lo va a leer lo repase una y otra vez, si es necesario que lo modifique para hacerlo suyo, para sentirlo. Que se lo estudie, que conozca cada una de las ideas que contiene para saber cuándo debe hacer una pausa, cuándo debe cambiar el ritmo, cuándo debe mantener la entonación. Se recomienda un ritmo de lectura de 150 palabras por minuto.

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