España vive en permanente campaña electoral desde principios de 2015. Primero fueron las municipales y autonómicas en mayo del año pasado, un breve receso para descansar en verano y desde septiembre la vorágine de las elecciones generales no ha cesado. Ha sido una campaña en tres fases: Campaña electoral pura, entre septiembre y diciembre de 2015; campaña electoral durante los intentos de formación de Gobierno; y una suerte de postcampaña desde que se convocaron las nuevas elecciones generales.

En esta última fase en la que nos encontramos, y que concluirá con la celebración de las generales el domingo 26 de junio, nos hemos encontrado con una agónica e interminable campaña electoral con características muy singulares. Ya no quedan promesas por hacer. Ya no quedan grandes anuncios que sacarse de la manga. Ya no hay lugar al impulso de fuerzas desconocidas que nadie conoce. Ya no hay candidatos desconocidos. ¿Y qué nos queda, entonces?

Por lo que hemos podido ver a lo largo de estas semanas, los partidos han optado por intentar transmitir mensajes lo más simples posibles apelando a las emociones en busca de su espacio. El miedo, la ilusión, el sentido común, la lealtad… Y el cerebro del votante, en esta versión de la película «Inside Out», ha ido recibiendo esos mensajes casi sin darse cuenta, escondidos a veces tras complejos razonamientos que al final podían resumirse en apenas una frase. En comunicación emocional y directa.

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El PP lo ha tenido claro: «O yo, o el caos». O yo, o el populismo revolucionario. Para ello su estrategia se ha concentrado en Podemos, ninguneando al PSOE. Han llevado la estrategia hasta el extremo de que en el debate a 4 Rajoy evitaba incluso centrar la atención en Pedro Sánchez cuando éste le interpelaba directamente, evitando que le robase el foco de su mensaje. «O yo, o Pablo Iglesias». Así, intentan captar todo ese voto indeciso moderado, que en diciembre o bien se fue a Ciudadanos o simplemente no votó. «Si no me votas, luego no te quejes», parece que viene a decir la campaña popular.

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En las filas del PSOE no han terminado de encontrar su mensaje, sumidos en las dudas generadas por unas encuestas que ni siquiera le dan el papel de líder de la oposición. En esa encrucijada histórica, los socialistas han optado por recordar lo que significa el PSOE, por reivindicar su papel en la socialdemocracia y por llamar a la movilización del histórico voto socialista que amenaza con darle la espalda y volver a empeorar los ya tristes resultados de diciembre. «Los socialdemócratas somos nosotros, que no os engañe Pablo Iglesias», clama una y otra vez Pedro Sánchez viendo cómo Podemos se ha lanzado sin remilgos a fagocitar un espacio que hasta ahora tenían garantizado.

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¿Y Podemos? Pues ha tratado de visualizarse como el nuevo eje del bipartidismo y de generar una ilusión perdida entre los votantes. «O Mariano Rajoy o yo», ha venido a decir Pablo Iglesias en una campaña en la que su gran obsesión ha sido contrarrestar, precisamente, esa imagen que le asocia al caos y a la revolución. «Si para gobernar un país europeo hay que ser socialdemócrata, pues soy socialdemócrata», ha llegado a defender durante estas semanas. Por un lado, intentando invadir las bases ideológicas del PSOE. Por otro, tratando de tranquilizar a ese voto moderado que en ocasiones le ha visto como una suerte de Hugo Chávez a la española. «Yo no soy el rival, Pedro», ha repetido una y otra vez. No, Pablo Iglesias ha insistido en que su rival es Rajoy. ¿Pedro Sánchez? «No sé, me suena su nombre. ¿Sale en Juego de Tronos?», podría haber dicho.

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En el cuarto lugar se sitúa Ciudadanos, una fuerza decepcionada con el resultado de diciembre pero que sigue buscando su espacio, reivindicando su papel como protagonista imprescindible de unos acuerdos que de otra manera, dicen, serán imposibles. «Vale, seremos los cuartos, pero si no estamos en la mesa esta gente ni siquiera se sentará», avisan. Ante el temor a que el voto que les llegó desde las filas del PP vuelva a la que fue se casa, insisten: «O nosotros, o unas terceras elecciones generales».

¿Qué mensaje habrá calado con mayor éxito entre la ciudadanía? ¿Cuál habrá activado en mayor medida nuestras palancas internas? Lo veremos en apenas dos días.